Capitulo
13
Un ojo
abierto
“6 de Septiembre de 1984
Querido John, sigo empeñada en
buscarte. Me dicen que posiblemente no os encuentre, que me haga la
idea de ello, pero por más que intento hacerlo, no puedo. Cuando
creo que estoy preparada para asumir que os he perdido mi cabeza no
responde y mi cuerpo no se mueve. Sigo teniendo visiones, recuerdos,
que no se muy bien que son o que significan ¿se harán realidad?
Todo debe ser producto del accidente, mi cerebro quedó dañado de
algún modo y si no os encuentro jamás lo repararé.
Siempre tuya, cuida de mi pequeña.
Os amo...
Julia.”
Con un ojo abierto y otro cerrado. Así
empieza mi día hoy, un Jueves, con una parte dormida y otra
despierta. ¿acaso importa el nombre del día de la semana? ¿Hace
cuanto dejó de importar eso? Ya no seguimos un patrón, una rutina,
un horario, ni unas obligaciones predeterminadas que la vida, día a
día, nos obligaba a seguir. Ahora el calendario no importa, ahora
sólo importa sobrevivir.
Desde que esto comenzó y fui
consciente de todo lo que había cambiado mi alrededor, aprendí a
dormir o descansar sin bajar la guardia, por que se que en cualquier
momento un enemigo puede atacar. Ya sea vivo o muerto, enemigo o
supuesto aliado, ley o anarquía... todo se puede volver en tu contra
y atacarte cuando menos lo esperes y más confiada estés. Por eso
hoy día sólo unos pocos seguimos aquí, sólo los supervivientes de
aquel incidente de hace unos meses.
Hemos sobrevivido al dolor, a la pena,
la tristeza, la traición, el tomar decisiones difíciles y el hecho
de confiar dejándonos llevar por las apariencias o ideales que
teníamos. El mundo cambia y tú, cambias con el mundo.
Miro a Jasper, dormido en el asiento
trasero del vehículo viejo y destartalado que hemos cogido como
reposo. Esta agotado y en su cara la pena y la tristeza es más que
clara, aún con los ojos cerrados.
Miro por la ventana, observo el cielo y
contemplo como la luz va iluminando el día, dando la vida al mundo
que ya se está perdiendo. Saco de mi mochila el revólver, cuento
las pocas balas que me quedan y me lo coloco en el cinturón. Me
pierdo durante unos segundos en la foto de mi familia que guardo en
mi macuto y salgo del coche despacio.
Durante un rato todo está tranquilo,
ni enemigos, ni ruidos... el más puro silencio y el aire sucio y
turbio me acompañan. Dibujo en el cristal delantero del coche mi
inicial, “J” y me siento a esperar. Una hora, quizás dos,
tres... pierdo la noción del tiempo. En este rato que se me hace
eterno Jasper se despierta, se pone a mi lado, me mira en silencio
incapaz de decir nada. Le ofrezco el espacio que necesita.
Casi debe ser medio día cuando a la
distancia me parece ver alguien y arrugando los ojos intento seguirlo
con mi vista. Pero es rápido, escurridizo y no logro verle bien.
Ordeno a Jasper que espere dentro del
vehículo, que no se mueva, no haga ruido, que mantenga el arma en
guardia por si debemos defendernos.
Cojo el revólver de mi cinturón,
poniendo en su lugar mi hacha de mano y empuñando el arma de fuego
avanzo hacía donde creo que está el sujeto sospechoso o lo que creo
haber visto.
Silencio, pasos, hojas que crujen en el
suelo al pisar que avisan de la llegada próxima del Otoño,
nuevamente silencio. Esto me inquieta más que si salieran a
asaltarme directamente.
Poco a poco, dándome la vuelta cuando
me siento observada, me voy agachando camuflándome contra los
matorrales que están a las afueras del puente. La vegetación me
cubre, me ayuda, me hace pasar sin ser vista. Noto a alguien cerca,
puedo oírle respirar de forma acelerada, pero es bueno, está oculto
y no puedo verle, aún así le puedo oír y saber que está lo
suficientemente cerca para escucharme a mi. Intento controlar mi
respiración para no alertarle. Creo que lo tengo y sin pensarlo
mucho me coloco tras el desconocido y le apunto.
- Quieto. - despacio salgo de los arbustos y me pongo de pie sin dejar de apuntarle. - ¿Quién eres?
- ¿Julia? - La voz me resulta familiar y veo que es una mujer. - ¿Eres tú?
- ¿Lucy? - Bajo el arma poniéndome delante de ella y ayudándola a levantarse. - Lucy, oh dios. ¿Qué te ha pasado? Casi no te reconozco.
- Han sido unos días difíciles – Me abraza mientras me mira de arriba a bajo. - Tenemos que hablar.
- ¿Y los demás? Ven, acompáñame, hay un chico en uno de los coches esperándome.
- Julia...
- ¿Qué? ¿qué ocurre?
- Bob...
- No.
- Está vivo pero ha sido mordido.
- Dios no...
Miro al suelo mientras mi corazón se
encoje de dolor. Ese hombre me salvó la vida, me enseño lo que
sabía, cuidó de mi... le debo mucho.
- ¿Dónde está? - Pregunto aún en shock por lo que acabo de oír.
- No muy lejos de aquí. Le mordieron esta mañana en el brazo... - agacha la cabeza y aprieta sus puños con rabia. - he tenido que cortarle el puto brazo, Julia.
- ¿Pero está bien?
- Está perdiendo mucha sangre, necesita antibióticos y aún no sé si funcionará y no se convertirá.
- ¿Y los demás?
- Sólo quedamos Bob, Lily. Jason, Nick, Liam, Melinda, tú y yo.
- Mierda. - Niego con la cabeza cerrando los ojos, recordando cada uno de los caídos. - Ven conmigo, iré por Jasper e iremos con Bob.
Corremos hacía el coche donde estaba
el chico y cuando llego y le miro me siento orgullosa al ver que me
hace caso en lo que le pido. Escondido mantiene el arma lista para
disparar, tal como le pedí. Quizás Jasper no era tan niño como
Shaun y yo pensábamos, quizás sólo necesitaba un empujón para
mostrar la valentía y el coraje que tiene realmente.
Abro la puerta y al ver que soy yo se
relaja, baja el arma y sale del coche. Cogemos nuestras cosas y nos
vamos con Lucy, justo después de presentarlos a ambos.
El camino es silencioso, lleno de
dolor, recuerdos rotos y de personas que nos acompañan al lado sin
que les veamos. Compañeros, amigos, familiares que aunque no estén
entre nosotros, siempre estarán en nuestra memoria.
Llegamos a una pequeña iglesia con las
ventanas tapadas por trozos de madera roídos, el candado de la
puerta parece estar oxidado, pero Lucy saca la llave y abre sin
dificultad. Dentro puedo ver a mis compañeros que aun están vivos y
como parte de la iglesia está destrozada. Los bancos ya no mantienen
el relleno en los asientos, ha sido arrebatado, posiblemente, para
usos que, en una vida normal, no tendríamos en cuenta. La luz que se
cuela por las ventanas es escasa por culpa de los tablones. Manchas
de sangre advierten de las víctimas o los heridos que han pisado
estos suelos. Puedo ver como la casa de Dios no es más que un mero
edificio más que no ha podido salvarse de este infierno.
Que irónico que Bob se encuentre
debatiéndose entre la vida y la muerte en un sitio como este, en su
verdadero hogar.
Me abrazo a todos, les hablo de Jasper,
de Shaun, de lo ocurrido estos días, y pregunto por Bob. Entro en
una pequeña habitación que posiblemente fue la estancia del
sacerdote que daba misa y veo a Bob tendido sobre unas mantas en muy
mal estado.
El suelo está lleno de sangre, vendas,
trapos mojados en sangre y alcohol que apesta la habitación. Él
está empapado en sudor, se revuelve en la vieja manta con el muñón
fuera, con un aspecto horrible. Me acerco hacía él y me pongo de
rodillas, posando mi mano en su frente y acercándome a su cara.
- Ey Bob, me alegro de verte. -Abre los ojos poco a poco, sorprendido. - ¿Cuántas veces me has dicho que mantenga un ojo abierto y otro cerrado? No estás dando un buen ejemplo.
- ¿Cómo te encuentras?
- Como si me hubieran mordido en el brazo. - Y sonríe a pesar de todo. - Esto no funcionará.
- ¿Cómo lo sabes? Sólo tenemos que cortar la infección, buscaré antibióticos, te curaremos bien y serás el capitán garfio del grupo.
- Con Luis no funcionó.
- Con él llegamos tarde, Bob. No fue capaz de decirnos las cosas cuando ocurrieron, quizás si hubiera confiado en nosotros seguiría vivo. Cojo pero vivo.
- ¿Has encontrado a tu familia?
- Aún no. - Meto la toalla que hay sobre el escritorio en el barreño con agua y se la pongo en la frente. - No sé donde más mirar.
- Quizás debas cesar, Julia...
- Jamás, Bob. Los encontraré.
Le beso la frente y salgo de la
habitación aguantándome las ganas de derrumbarme. En mi mente aún
veo su cara con la barba desaliñada y el gorro de lana que le cubría
el pelo. Sus ojos azules llenos de fe se clavan en mi, pero no una fe
sectaria, sino una fe de vida, esperanza y realidad. Algo que nunca
pensé ver en un cura. Me niego a creer que esa persona haya
desaparecido en unas semanas, y que sólo quede de él ese hombre que
yace en el suelo muriéndose si no hago algo.
Se lo debo.
Voy donde están todos y les cuento por
encima lo que pienso.
Sé que es una locura y que
posiblemente no tengamos tiempo o que ya no haya nada para coger,
pero Bob se muere. - Me paso las manos por el pelo y los ojos,
apretando el puente de la nariz. - Necesito un vehículo, alguien que
esté dispuesto a venir y... fe. Al menos por Bob.
Todos se miran los unos a los otros,
asienten y me miran a mi.
- Iré contigo.
- Yo también.
- Y yo.
- Bien. Este es el plan. - Miro a Liam, Jason y Nick. - El primer punto de parada será la clínica veterinaria que hay a 7km de aquí. A un par de manzanas hay otra. Revisaremos las dos. Sé que los medicamentos de los animales son distintos pero en muchas otras ocasiones los hemos utilizado y nos han servido. Es menos probable que hayan desvalijado un veterinario que un hospital. <<El segundo punto será el Hospital. Tened en cuenta que allí no puede haber nada y que el número de zombis puede ser muy elevado. Además está más lejos. - Tomo aire para lo que voy a decir y finalmente lo suelto. - El último punto será... mi casa. Allí tenía varios botiquines y antibióticos.
- ¿Estás segura? - Lucy me agarró del brazo.
- Sí. - Respondí decidida. - Bien. En marcha, tenemos un amigo que salvar. Ah, Lucy – Me di la vuelta antes de ir por el equipaje. - Por favor, cuida de Jasper, ha perdido mucho.
Asintió y me retiré de allí unos
segundos para recomponerme. ¿Ir a mi hogar, ahora? Aún no había
tenido el valor de aparecer por allí. Demasiados recuerdos que me
dañarían y no me darían respuestas.
Nos pusimos en marcha los cuatro y
fuimos hacía la clínica veterinaria más próxima con alguna que
otra esperanza.
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