viernes, 29 de abril de 2016

Capítulo 14 - Una petición sin permiso

N.A: Como ya dije una vez al principio de la novela, cada nota que Julia deja a John al inicio del capítulo, no tiene por que estar relacionado con el mismo. Pueden ser pensamientos o fragmentos de hechos que aún no han ocurrido y que leyendo, más adelante, se irán comprendiendo. También pueden ser pequeños pensamientos de Julia u otros personajes que no tienen por qué ir hacía John ni nadie en concreto.


Capitulo 14
Una petición sin permiso


5 de Mayo de 1984

Querido John, las cosas parecen estar en mi contra cada día. Hace unos días nos pasó algo que me ha estado distrayendo toda la semana. Sabes como soy yo, como pienso, mis ideales, mi forma de ser, mi personalidad... el creer que siempre hay algo bueno en la gente, pero no es verdad. Las apariencias engañan y allí donde crees que algo va o irá bien, siempre decaerá. Por favor no confíes en nadie, no hasta que no nos encontremos. Ya te contaré toda la verdad.

Siempre tuya, y de Emily...

Julia.

Os quiero.”



Miro a Bob atemorizada, pensando en mi última conversación con Samara, la cual me dejó preocupada y con una incertidumbre que rodeaba mi día. Pero el hecho de que Samara hubiera desaparecido no era lo que más repercutía en mi cabeza, las palabras “alguien la está buscando” seguían resonando como un martillo pilón.

Ella me había dicho que no tenía ya a nadie, que estaba completamente sola, sin embargo ahora la buscaba alguien y ella había desaparecido
Cogí a Bob de la mano y me lo llevé al sitio más apartado de todo el local y sin que los demás nos escucharan intenté hablar lo más serena posible sobre el tema de Samara, su desaparición y el desconocido que la buscaba y que, sin saber cómo, había dado con el refugio.

  • Tenemos que volver cuanto antes.
  • Eso queremos todos, Julia. - Dijo Bob poniendo su mano sobre mi hombro.
  • ¿Qué vamos hacer?
  • Sólo veo una solución rápida y posible, aunque es arriesgada.
  • ¿Hay algo que no lo sea ya?
  • Tienes razón... pero deberás confiar en mi.
  • Ya lo hago, créeme.

Volvimos junto los demás y escuchamos con atención las palabras que Bob nos estaba diciendo.

  • El plan de Julia sigue en pie con una pequeña modificación. Abriremos esas puertas, dejaremos que entre uno u dos y cuando lo hagan los mataremos y... - Lo veo endurecer su mirada. - nos cubriremos con ellos para poder acceder de manera más tranquila al vehículo y ver si funciona. Cargaríamos las armas y saldríamos pitando de aquí.
  • Perdona... ¿Has dicho cubrirnos con ellos? - La expresión asqueada de Lucy podía compartirla.
  • Eso nos hará ganar tiempo hasta que se den cuenta que no somos uno de ellos. Sé que es asqueroso, chicos... lo sé. Pero no tenemos otra opción. - Me miró y suspiró. - Tenemos que ir rápido al refugio, no sabemos que ocurre con Samara y ese desconocido.

Aún sin saber como aceptaron todos, nos pusimos a trabajar. Yo y Lucy nos encargamos de abrir la puerta poco a poco y atraer la atención del más cercano, mientras que los chicos estaban cubriéndonos las espaldas esperando a la llegada de los enemigos.
Miraron hacía nosotros y nos escondimos rápidamente, haciendo caso omiso a nuestra presencia, tras un leve rastreo con la mirada y la nariz.
Volvimos a intentarlo.

Esta vez dos vinieron hacía nuestra posición, y como si se llamasen entre ellos, un par mas le siguieron, evitando que nuestro plan fuese tan fácil como creíamos en un principio.
Dejamos pasar los dos primeros que fueron atravesados en el cráneo por Liam y Bob, pero los siguientes se echaron sobre la puerta y nos impedían que la cerráramos. La carne muerta y putrefacta tenía una fuerza inesperada.

Con ayuda de los chicos cerramos la puerta y nos quedamos en silencio sobre ella, notando los golpes de forma acústica y sobre nuestro cuerpo al vibrar de ella.
Casi no nos dimos cuenta de que controlábamos la respiración, intentando evitar que sonase más de la cuenta para no ser descubiertos y atraer más atención.

Una vez la puerta empezó a relajarse tras nuestra espalda nos pusimos de rodillas sobre el suelo, al lado de los cadáveres pestosos que yacían ahí. Bob, con el cuchillo en la mano, lo clavo en el pecho y bajó, haciendo un recorrido con la hoja que le permitió abrir en canal al errante. Separando la carne, y dejando expuestos los órganos podridos, lo vimos meter la mano y sacar las entrañas e intestinos y rociándose con ellos como si de un aceite corporal se tratara.

Olía fatal, horrible, repugnante... olía a ellos y eso nos daba una esperanza de que la parte del plan ejecutada por Bob nos diera resultados positivos.
Hicimos lo mismo con el otro cadáver, y todos los presentes nos impregnamos con la sangre y el interior de los muertos, bañándonos en su hedor y siendo, aparentemente, un muerto viviente más.

Con precaución abrimos la puerta, salimos con la guardia en alza esperando contratacar si así fuera necesario, e intentando pasar desapercibidos nos acercamos al vehículo.
Liam abrió la puerta intentando comprobar el estado del contacto, comprobar si había llaves o si sería menester hacer un puente para arrancarlo.
Yo me quedé observando a los zombis, mientras intentaba disimular cuando alguno me miraba y me hacía la desconcertada y fingía deambular. Lucy revisaba a través de los cristales si había alguien más dentro del vehículo.

Un ruido los alertó, el coche arrancaba tras un puente que hizo Liam y los hizo venir hacía nosotros. En ese momento ya estabamos sin la cobertura del disfraz y nos pusimos a matar a todo el que se acercaba clavando el arma blanca en la cabeza, evitando derrochar munición.

“Apartaros” Nos advirtió Liam, y justo después vimos como echaba marcha atrás atropellando a unos cuantos y haciendo que el coche reaccionara como si hubiese sido estampado contra un muro.
Algunos se volvieron a levantar del suelo con una dificultad que nos daba ventaja, y acabamos con ellos fácilmente. Otros pese a estar partidos por la mitad se arrastraban hacía nosotros presas de un hambre atroz.

Finalmente, conseguimos despejar todo y cargamos el coche con todo lo que pudimos de la armería.

Esta victoria se mezclaba con la triste noticia de Samara y lo que la rodeaba, dejándonos un sabor agridulce en los labios.
Tras varias paradas, por que el coche fallaba, llegamos al refugio y antes de descargar nada hablé con Bob.

  • Bob, no quiero ser paranoica pero... tenemos mucho material aquí y por lo que me habéis contado, lo que he visto y lo que empiezo a pensar, no me fio de entrar con todo esto ahí con un desconocido. No cuando justo hoy desaparece la niña.
  • Me parece bien. Que se queden ellos aquí – dijo señalando al grupo – entraremos nosotros y hablaremos con él.

Tras la petición de Bob a los chicos y el por qué era mejor así, entramos al refugio. No sin antes asegurarnos algunas cosas.

En este tiempo me habían “adiestrado” para llevar determinadas armas. No sólo llevaba el destornillador de Lucy en la cintura, como ella me había enseñado, sino que ahora contaba con un puñal en la bota para casos de emergencia. Además, llevaba una pistola en la mano como si fuese pegada a mi piel.



  • Aquí están ya. - Se levantó Aaron de una silla y se acercó a nosotros, nos abrazó y nos susurró en el oído - No me huele a trigo limpio.
  • Hola, soy Bob. ¿Quién es usted? - Bob le tendió la mano cordialmente.
  • Soy Rein. - Le devolvió el saludo. - Estoy buscando a Samara.
  • No está aquí. - Me acerqué a él y le clavé mis ojos en los suyos. - ¿Quién es usted y por qué la busca?
  • Estaba con nosotros.
  • Samara nos dijo que estaba sola y que sus padres habían muerto.
  • Eso... no es del todo cierto. - se llevó las manos a la cabeza. - Pero es muy habitual en ella no contar toda la verdad.

Esto último me apuñaló. Llevaba cierta razón ya que la propia niña me lo había contado... o no. Me había dicho que no me había dicho toda la verdad.


  • En cualquier caso – Dije mientras acariciaba mi arma nerviosa – Samara tiene 15 años, si no están sus padres y desea estar con alguien no creo que usted deba detenerla.
  • En realidad sí. Hay algo en Samara que es de vital importancia para todos nosotros. Sí, todos. Inclusive para todo el mundo, el cual seguramente estará pasando por esta epidemia.
  • ¿Qué está diciendo? - Bob se puso delante de mi, intrigado ante la confesión.
  • Samara ha sido mordida en más de una ocasión.
  • Eso no es posible.
  • Silencio, Aaron, por favor. - Pidió Bob. - ¿Cómo dice?
  • Samara es la única persona que hasta ahora ha sobrevivido a un mordisco o un ataque de esta epidemia.
  • Pero ella... ella está bien. Ella no... - Esta era la verdad que ella me ocultaba, supuse.
  • Veréis, antes de que se cortaran las comunicaciones totalmente avisaron de una posible vacuna para esto. Pero para ello necesitaban víctimas que hubieran sido infectadas y hayan sobrevivido. El porcentaje hasta ese momento había sido ninguno. Es decir nadie había acudido con esas caracteristicas, incluso habían ido algunos infectados que habían terminado convirtiéndose allí, creyendo que su tardanza en hacerlo los había hecho inmunes a la infección. Pero Samara no, Samara ha sido varias veces atacada, y se ha repuesto con normalidad durante días. Quizás en algún momento se transforme pero nada es seguro. Por eso...
  • ¿Queréis usarla de conejillo de indias? - Pregunté horrorizada. - ¡Es una niña, por el amor de dios!
  • Es, por ahora, el futuro de la humanidad. Es la única que puede proporcionar una cura. ¿Entiendes la importancia de eso?
  • Claro que lo entiendo, pero nada nos asegura que dentro de una semana no mute o lo que sea que pase.
  • Pero los militares tienen equipos y medios para proporcionar una cura y descubrir algo. Estar aquí no la va a salvar a ella y tampoco a nosotros.
  • Antes ha hablado de un “nosotros”, ¿quién nos dice que no la tienen ya?
  • De ser así esta charla no habría tenido lugar, ¿no cree?
  • Está huyendo de vosotros... - Casi lo dije más para mi misma que para el. - Samara decidirá si quiere o no entregarse a los militares.
  • No me ha entendido...no es una petición o un permiso. Queremos a esa niña, ellos la quieren y se la llevaremos, sólo así nos aseguraremos un lugar fuera de peligro.

sábado, 23 de abril de 2016

Capítulo Especial I: BOB

Capítulo Especial I
BOB

Me pongo frente al espejo, observo mi cara marcada, mis ojos azules, mi pelo negro y mi barba recortada, apenas visible.
Con la toga puedo disimular muy bien mis fuertes brazos, mi musculatura, y ocultar el tatuaje que una vez me hice como símbolo de rebeldía. Esa águila llamada “Libertad” que me tatué en el hombro derecho nada mas salir de la custodia del estado.

A veces me pregunto si de verdad fui elegido para esta labor, o si por el contrario el miedo a perderme en las profundidades del mal me trajo hasta aquí.
Mis estupideces de juventud siempre estarán en mi mente, lo que he sido, lo que he hecho, lo que he conocido... nunca podré olvidarlo, por mucho que Dios se apiade de mi alma, jamás podré recompensar al mundo por mi pasado.

Cuando niño viví el horror de perder a mi madre delante de mí, como tuve, pese a tener tan sólo 15 años, que presionar el gatillo hacía ese desconocido que entró en casa y me arrebató a mamá e intento matarme a mi. En un último esfuerzo de lucha de mi madre, le tiró el arma y cayó a mis pies. La ira al ver a mi madre golpearse contra el mueble y empezar a sangrar se apoderó de mi, y en ese momento un único pensamiento de venganza se amoldó en mi corazón.

El desconocido se abalanzó sobre mi y en un acto reflejo con rapidez, miedo, ira y adrenalina, cogí el arma y le apunte dándole varias veces en el pecho, hasta que el chasquido del cargador no expulsaba una sola bala más.

Cayó al suelo con los ojos y boca abiertos, sangrando mientras su sangre se mezclaba con la de mi madre. Tiré el arma y fui corriendo hacía ella, arrodillándome en el suelo intentando que se levantara... Pero jamás se levantó.
El golpe la mató.

Durante meses estuve con psiquiatras, psicólogos, médicos, que intentaban sacarme del estado de shock que me había sometido aquello. La policía buscaba a mi padre, el cual me abandonó a mi y a mi madre cuando tenía 3 años, sin éxito. Pase a estar bajo la custodia del estado en un centro de menores. Mi acción fue catalogada como “defensa propia”, y no quedó marcada como antecedente penal.
Al cumplir los 18 se libraron de mi y sin saber donde ir me alisté en el ejercito. Pero aquello no era lo mío, y acabé dejándolo al cabo de los 4 años.

Quizás la ideología de lo que estaba bien o mal me trajo a donde estoy hoy. Un sacerdote de una reputación desapercibida que escucha confesiones, ayuda a niños a seguir el buen camino en los reformatorios y a dar misa los Domingos. No lo sé. Pero aquí me siento en paz, pese a que mi pasado esté presente y fresco cada día. Mi fe, a diferencia de muchos otros hermanos, no es ciega ni radical, creo en el bien y mal, en que todo sucede por algo y en la humanidad, para bien o mal, de todos los que habitamos la tierra.



Miro el reloj de mi escritorio que pasan las 12:30 y me pregunto por que hoy, siendo Domingo, aún no hay nadie aquí. Con la toga puesta me asomo a la puerta y observo como toda la calle está deshabitada por completo. Ni niños, ni adultos, ni los habituales ancianos que pasean con el periódico bajo el brazo.

Entro nuevamente y me siento en mi mesa a escuchar la radio.

Parece que el fuerte golpe de gripe sigue golpeando la ciudad. El Hospital no da a basto, rogamos a todos los ciudadanos que no salgan de sus casas, que eviten el contacto con personas infectadas y que, si es posible, utilicen alguna máscara o eviten acercarse a los centro de salud a menos que sea necesario. Os recordamos que esos lugares están saturados y que si vas sin la enfermedad, corres el riesgo de contraerla. Aún no hay una vacuna para ella y los pacientes no parecen mejorar ante ningún tratamiento. ¿Será el comienzo de una fuerte enfermedad como la peste pulmonar?”

Vaya, parece grave”. Pienso mientras me dirijo al altar y guardo todo lo que había preparado para el día de hoy. No vendrá nadie con las alarmantes noticias de la radio. Me meto en mi despacho y me pongo a revisar los sermones y todos mis diarios de confesiones de mis feligreses mas fieles.
Además tengo que prepararme para la visita de la semana que viene en el centro juvenil.




Es pronto, hace frío y como siempre madrugo me meto en la cama. Apenas habrá pasado tiempo cuando el sonido de las sirenas, las luces de éstas y el ruido de la calle empieza a despertarme por completo. Miro el reloj que está en mi mesita y veo que apenas han pasado un par de horas desde que me acosté.
Me visto con lo primero que tengo a mano, me asomo a la ventana y veo a la gente correr de un lado a otro, completamente loca y alterada. Dos coches de policía están parados con las sirenas y luces y más vehículos de la calle han colisionado con ellos. No hay rastro de agentes, pero veo en el suelo algunos cuerpos que me hacen encogerme pensando en lo peor. Civiles muertos, otros tantos huyendo de algo, de ellos, completamente locos y nadie hace nada por ayudar. Cojo el teléfono y marco el 112, pero la línea comunica, esa vez y las diez más que lo intento.
Cuando voy a intentarlo otra vez escucho golpes en mi puerta y voy abrir rápidamente. Frente a mi veo una joven sangrando con un bebé en los brazos que no deja de llorar, les pido que pasen y sin perder tiempo intento curarla.

La herida parece infectada y por más que intento no consigo bajarle la fiebre. El bebé no para de llorar, tumbado en el suelo sobre una manta. La chica cada vez está peor pese a mis atenciones, casi parece que pierde la consciencia en más de una ocasión. Voy hacía el baño en busca de nuevas vendas y al volver me encuentro una imagen horrible, imposible de creer.

La imagen de una chica comiéndose a su propio bebé. Ante mi presencia me mira, unos ojos vacíos, oscuros, y que apenas se parecen a los de la chica que acababa de curar. Corre hacía mi y de nuevo el sentimiento de cuando tenía 15 años se apodera de mi y reacciono golpeándola con lo primero que tengo a mano, el cáliz de Dios.


“El infierno se ha desatado, señor” pienso mientras la sangre de madre e hijo me tocan los pies.

Capítulo 13 - Un ojo abierto

Capitulo 13
Un ojo abierto

6 de Septiembre de 1984

Querido John, sigo empeñada en buscarte. Me dicen que posiblemente no os encuentre, que me haga la idea de ello, pero por más que intento hacerlo, no puedo. Cuando creo que estoy preparada para asumir que os he perdido mi cabeza no responde y mi cuerpo no se mueve. Sigo teniendo visiones, recuerdos, que no se muy bien que son o que significan ¿se harán realidad? Todo debe ser producto del accidente, mi cerebro quedó dañado de algún modo y si no os encuentro jamás lo repararé.

Siempre tuya, cuida de mi pequeña. Os amo...

Julia.”

Con un ojo abierto y otro cerrado. Así empieza mi día hoy, un Jueves, con una parte dormida y otra despierta. ¿acaso importa el nombre del día de la semana? ¿Hace cuanto dejó de importar eso? Ya no seguimos un patrón, una rutina, un horario, ni unas obligaciones predeterminadas que la vida, día a día, nos obligaba a seguir. Ahora el calendario no importa, ahora sólo importa sobrevivir.

Desde que esto comenzó y fui consciente de todo lo que había cambiado mi alrededor, aprendí a dormir o descansar sin bajar la guardia, por que se que en cualquier momento un enemigo puede atacar. Ya sea vivo o muerto, enemigo o supuesto aliado, ley o anarquía... todo se puede volver en tu contra y atacarte cuando menos lo esperes y más confiada estés. Por eso hoy día sólo unos pocos seguimos aquí, sólo los supervivientes de aquel incidente de hace unos meses.

Hemos sobrevivido al dolor, a la pena, la tristeza, la traición, el tomar decisiones difíciles y el hecho de confiar dejándonos llevar por las apariencias o ideales que teníamos. El mundo cambia y tú, cambias con el mundo.

Miro a Jasper, dormido en el asiento trasero del vehículo viejo y destartalado que hemos cogido como reposo. Esta agotado y en su cara la pena y la tristeza es más que clara, aún con los ojos cerrados.
Miro por la ventana, observo el cielo y contemplo como la luz va iluminando el día, dando la vida al mundo que ya se está perdiendo. Saco de mi mochila el revólver, cuento las pocas balas que me quedan y me lo coloco en el cinturón. Me pierdo durante unos segundos en la foto de mi familia que guardo en mi macuto y salgo del coche despacio.

Durante un rato todo está tranquilo, ni enemigos, ni ruidos... el más puro silencio y el aire sucio y turbio me acompañan. Dibujo en el cristal delantero del coche mi inicial, “J” y me siento a esperar. Una hora, quizás dos, tres... pierdo la noción del tiempo. En este rato que se me hace eterno Jasper se despierta, se pone a mi lado, me mira en silencio incapaz de decir nada. Le ofrezco el espacio que necesita.

Casi debe ser medio día cuando a la distancia me parece ver alguien y arrugando los ojos intento seguirlo con mi vista. Pero es rápido, escurridizo y no logro verle bien.
Ordeno a Jasper que espere dentro del vehículo, que no se mueva, no haga ruido, que mantenga el arma en guardia por si debemos defendernos.

Cojo el revólver de mi cinturón, poniendo en su lugar mi hacha de mano y empuñando el arma de fuego avanzo hacía donde creo que está el sujeto sospechoso o lo que creo haber visto.
Silencio, pasos, hojas que crujen en el suelo al pisar que avisan de la llegada próxima del Otoño, nuevamente silencio. Esto me inquieta más que si salieran a asaltarme directamente.

Poco a poco, dándome la vuelta cuando me siento observada, me voy agachando camuflándome contra los matorrales que están a las afueras del puente. La vegetación me cubre, me ayuda, me hace pasar sin ser vista. Noto a alguien cerca, puedo oírle respirar de forma acelerada, pero es bueno, está oculto y no puedo verle, aún así le puedo oír y saber que está lo suficientemente cerca para escucharme a mi. Intento controlar mi respiración para no alertarle. Creo que lo tengo y sin pensarlo mucho me coloco tras el desconocido y le apunto.

  • Quieto. - despacio salgo de los arbustos y me pongo de pie sin dejar de apuntarle. - ¿Quién eres?
  • ¿Julia? - La voz me resulta familiar y veo que es una mujer. - ¿Eres tú?
  • ¿Lucy? - Bajo el arma poniéndome delante de ella y ayudándola a levantarse. - Lucy, oh dios. ¿Qué te ha pasado? Casi no te reconozco.
  • Han sido unos días difíciles – Me abraza mientras me mira de arriba a bajo. - Tenemos que hablar.
  • ¿Y los demás? Ven, acompáñame, hay un chico en uno de los coches esperándome.
  • Julia...
  • ¿Qué? ¿qué ocurre?
  • Bob...
  • No.
  • Está vivo pero ha sido mordido.
  • Dios no...

Miro al suelo mientras mi corazón se encoje de dolor. Ese hombre me salvó la vida, me enseño lo que sabía, cuidó de mi... le debo mucho.

  • ¿Dónde está? - Pregunto aún en shock por lo que acabo de oír.
  • No muy lejos de aquí. Le mordieron esta mañana en el brazo... - agacha la cabeza y aprieta sus puños con rabia. - he tenido que cortarle el puto brazo, Julia.
  • ¿Pero está bien?
  • Está perdiendo mucha sangre, necesita antibióticos y aún no sé si funcionará y no se convertirá.
  • ¿Y los demás?
  • Sólo quedamos Bob, Lily. Jason, Nick, Liam, Melinda, tú y yo.
  • Mierda. - Niego con la cabeza cerrando los ojos, recordando cada uno de los caídos. - Ven conmigo, iré por Jasper e iremos con Bob.
Corremos hacía el coche donde estaba el chico y cuando llego y le miro me siento orgullosa al ver que me hace caso en lo que le pido. Escondido mantiene el arma lista para disparar, tal como le pedí. Quizás Jasper no era tan niño como Shaun y yo pensábamos, quizás sólo necesitaba un empujón para mostrar la valentía y el coraje que tiene realmente.

Abro la puerta y al ver que soy yo se relaja, baja el arma y sale del coche. Cogemos nuestras cosas y nos vamos con Lucy, justo después de presentarlos a ambos.
El camino es silencioso, lleno de dolor, recuerdos rotos y de personas que nos acompañan al lado sin que les veamos. Compañeros, amigos, familiares que aunque no estén entre nosotros, siempre estarán en nuestra memoria.


Llegamos a una pequeña iglesia con las ventanas tapadas por trozos de madera roídos, el candado de la puerta parece estar oxidado, pero Lucy saca la llave y abre sin dificultad. Dentro puedo ver a mis compañeros que aun están vivos y como parte de la iglesia está destrozada. Los bancos ya no mantienen el relleno en los asientos, ha sido arrebatado, posiblemente, para usos que, en una vida normal, no tendríamos en cuenta. La luz que se cuela por las ventanas es escasa por culpa de los tablones. Manchas de sangre advierten de las víctimas o los heridos que han pisado estos suelos. Puedo ver como la casa de Dios no es más que un mero edificio más que no ha podido salvarse de este infierno.

Que irónico que Bob se encuentre debatiéndose entre la vida y la muerte en un sitio como este, en su verdadero hogar.

Me abrazo a todos, les hablo de Jasper, de Shaun, de lo ocurrido estos días, y pregunto por Bob. Entro en una pequeña habitación que posiblemente fue la estancia del sacerdote que daba misa y veo a Bob tendido sobre unas mantas en muy mal estado.

El suelo está lleno de sangre, vendas, trapos mojados en sangre y alcohol que apesta la habitación. Él está empapado en sudor, se revuelve en la vieja manta con el muñón fuera, con un aspecto horrible. Me acerco hacía él y me pongo de rodillas, posando mi mano en su frente y acercándome a su cara.

  • Ey Bob, me alegro de verte. -Abre los ojos poco a poco, sorprendido. - ¿Cuántas veces me has dicho que mantenga un ojo abierto y otro cerrado? No estás dando un buen ejemplo.
  • ¿Cómo te encuentras?
  • Como si me hubieran mordido en el brazo. - Y sonríe a pesar de todo. - Esto no funcionará.
  • ¿Cómo lo sabes? Sólo tenemos que cortar la infección, buscaré antibióticos, te curaremos bien y serás el capitán garfio del grupo.
  • Con Luis no funcionó.
  • Con él llegamos tarde, Bob. No fue capaz de decirnos las cosas cuando ocurrieron, quizás si hubiera confiado en nosotros seguiría vivo. Cojo pero vivo.
  • ¿Has encontrado a tu familia?
  • Aún no. - Meto la toalla que hay sobre el escritorio en el barreño con agua y se la pongo en la frente. - No sé donde más mirar.
  • Quizás debas cesar, Julia...
  • Jamás, Bob. Los encontraré.

Le beso la frente y salgo de la habitación aguantándome las ganas de derrumbarme. En mi mente aún veo su cara con la barba desaliñada y el gorro de lana que le cubría el pelo. Sus ojos azules llenos de fe se clavan en mi, pero no una fe sectaria, sino una fe de vida, esperanza y realidad. Algo que nunca pensé ver en un cura. Me niego a creer que esa persona haya desaparecido en unas semanas, y que sólo quede de él ese hombre que yace en el suelo muriéndose si no hago algo.
Se lo debo.

Voy donde están todos y les cuento por encima lo que pienso.

Sé que es una locura y que posiblemente no tengamos tiempo o que ya no haya nada para coger, pero Bob se muere. - Me paso las manos por el pelo y los ojos, apretando el puente de la nariz. - Necesito un vehículo, alguien que esté dispuesto a venir y... fe. Al menos por Bob.

Todos se miran los unos a los otros, asienten y me miran a mi.

  • Iré contigo.
  • Yo también.
  • Y yo.
  • Bien. Este es el plan. - Miro a Liam, Jason y Nick. - El primer punto de parada será la clínica veterinaria que hay a 7km de aquí. A un par de manzanas hay otra. Revisaremos las dos. Sé que los medicamentos de los animales son distintos pero en muchas otras ocasiones los hemos utilizado y nos han servido. Es menos probable que hayan desvalijado un veterinario que un hospital. <<El segundo punto será el Hospital. Tened en cuenta que allí no puede haber nada y que el número de zombis puede ser muy elevado. Además está más lejos. - Tomo aire para lo que voy a decir y finalmente lo suelto. - El último punto será... mi casa. Allí tenía varios botiquines y antibióticos.
  • ¿Estás segura? - Lucy me agarró del brazo.
  • Sí. - Respondí decidida. - Bien. En marcha, tenemos un amigo que salvar. Ah, Lucy – Me di la vuelta antes de ir por el equipaje. - Por favor, cuida de Jasper, ha perdido mucho.


Asintió y me retiré de allí unos segundos para recomponerme. ¿Ir a mi hogar, ahora? Aún no había tenido el valor de aparecer por allí. Demasiados recuerdos que me dañarían y no me darían respuestas.

Nos pusimos en marcha los cuatro y fuimos hacía la clínica veterinaria más próxima con alguna que otra esperanza.


Capítulo 12 - Plan A o Plan B

Capítulo 12
Plan A o Plan B

30 de Abril de 1984

Querido John, espero que me perdones por mi tardanza en escribir pero, han sido unos días muy duros. Increíblemente duros y que si te contara por todo lo que estoy pasando no creerías nada. Aún me cuesta creerlo a mi. Como he sido manipulada, engañada y como he tenido que tomar esta dura decisión que me pesará en la conciencia de por vida. Quiero creer que mis visiones nunca se harán realidad... ¿alguna vez te hablé de ellas? Quizás sí... pero no me acuerdo. Son imágenes horribles que me cruzan la cabeza, me provocan sudores fríos y me hielan la sangre mientras el pecho me bombea, creándome un dolor inmenso en el corazón. No quiero que sea verdad, no quiero que se cumpla jamás esa escena vivida en pequeños fragmentos. Intentaré no volver a confiar, no ser tan estúpida, pese a que duela.

Siempre tuya, y cada vez más cerca, os quiero.

Julia.”


Salimos camino a la armería, esperanzados de que aún quede algo allí. No ha pasado tanto tiempo como para que toda la ciudad esté saqueada. Llegará un momento donde el orden se reestablecerá y tendremos que rendir cuentas ante la justicia por nuestros robos. Pero ahora lo importante es sobrevivir, apañarse y aguantar hasta que el ejercito traiga la ayuda que según Jason, prometieron por radio.

Me apego a Bob e intento hablar con él a solas, quiero aparentar toda la serenidad posible pero sé que en el fondo, se me nota lo intranquila que estoy. Le agarro el brazo, incitándole a que baje el ritmo en la caminata. Sus ojos se me clavan y se que, quizás por su experiencia en confesión, sabe que oculto algo.

  • Suéltalo ya.
  • Tengo que contarte algo, pero no se como hacerlo... tampoco quiero alarmar a nadie y sembrar un caos innecesariamente.
  • ¿Qué ocurre? - Su expresión cambia radicalmente. - Me estás asustando.
  • Es Samara. - Digo sin más dilación. - Me ha dicho esta mañana que siente no haberme dicho toda la verdad.
  • ¿A qué te refieres? - Pregunta tan confuso como yo. - Su herida está sanada, si hubiera sido infectada ya nos habríamos enterado.
  • Ese es el caso, no pude hablar con ella y la idea me reconcome por dentro. No tengo idea, Bob. No entiendo a que se puede referir por que no creo que una simple niña pueda tener mentalidad para mentirnos en algo más grave y preocupante.
  • Mmm.... puede ser, pero también te advierto una cosa, Julia. - Se acercó más a mi oído. - Hasta lo mas inocente, aparentemente, puede ocultar algo horrible.
  • Lo dices muy seguro...
  • Verás Julia, cuando trabajaba como padre, en algunas ocasiones me llamaban de reformatorios, ya sabes, centros de menores, para ir a dar clases de religión, confesar e intentar que los chicos volvieran al buen camino. No creo que tengas idea de lo que puede hacer un niño cuando aún no es consciente del todo, o cuando cree que lo que hace está bien. Cuando su realidad se ve mezclada con la ficción de los videojuegos y la vida los empuja a tomar decisiones que creen correctas.

Escuchaba cada una de sus palabras sin dar crédito a lo que oía. ¿enserio me daba a entender qué, sólo por ser niños no debemos confiar?
  • Recuerdo el caso de un joven en concreto. Charls, de 12 años de edad, mató a su hermano en un ataque de celos e ira. Su hermano menor le había roto uno de sus juguetes y la madre en lugar de castigarle pensó que Charls se lo inventaba para obtener uno nuevo, lo cual lo dejó sin juguete y castigado. Enfadado quiso asustar a su hermano y el final fue una verdadera desgracia.
  • Oh dios mío... es horrible. - Estaba sobrecogida por la confesión de Bob y me llevé la mano al pecho, pensando en la idea de que Samara fuese una niña embustera con ideas oscuras, pero no, no podía entrarme en la cabeza.


  • -Al suelo. - Susurró Bob cogiéndome del brazo. - Atentos a la derecha, cuento tres.
  • -Zona izquierda despejada – Liam se acercó a nosotros agachado. - Seguidme por aquí, he visto un camino por el que podemos tirar para pasar de ellos, aunque es un poco más largo es más seguro, o matarlos, pero eso puede alertar a más si los hay.
  • -Somos cuatro contra tres. - Pensé yo. - ¿No sería más seguro quitarlos y pasar por aquí?
  • -Nosotros vemos tres, pero es posible que pueda haber más y el menor ruido los atraería.
  • -Lucy tiene razón, Julia... pero podemos probar algo para ver cuantos hay. - Se quitó su mochila y miró en ella, sacando del macuto una botella de cerveza vacía. - Iros ahí detrás, escondeos.

Sabía que parte de su idea actual traía consigo un objetivo; enseñarme a mí tácticas de supervivencia y despertar mi lado estratega.
Observé con atención como lanzó la botella al suelo cerca de donde estaban los zombis, mientras nosotros estábamos ocultos sin hacer el menor ruido. Me di cuenta de la gran utilidad de una simple botella de cristal vacía, como servía de cebo incluso de distracción y poder comprobar cuantos de ellos había.

Al estrellarse el cristal contra el suelo los caminantes se alertaron y dieron la vuelta rápidamente buscando la fuente del ruido que los había despertado de su estado de distracción. Tres, cuatro, cinco y hasta seis aparecieron entre los árboles del lado derecho de la calle, casi amontonándose unos con otros intentando buscar algo invisible para ellos.

-Recuerda lo que te dije, Julia. Todo puede ser útil, por muy inútil que pueda parecerte. Ahora que ya sabes una de las lecciones de distracción creo que es mejor hacer caso a Liam y tirar por el camino seguro, aunque éste sea mas largo. Recuerda que venimos a conseguir suministros, no a gastarlos innecesariamente.

Asentí, habiendo aprendido una lección valiosa que me acompañaría a partir de ahora. Además pude comprobar que no sólo las armas son necesarias, si no que como dice Bob, todo puede servir, hasta una simple botella vacía.


Liam tenía razón y el camino había sido seguro, aunque habíamos tardado una media hora más. Por el camino tuvimos que parar varias veces y pensar un modo de pasar intentando evitar la lucha contra los zombis. Pero lo logramos, llegamos a la armería y el candado seguía intacto. Seguramente dentro estuviera todo como lo necesitábamos, lleno y con suministros suficientes para llevarnos, pero no había manera de abrir la reja. Romperla iba a provocar ruido y eso significaba lucha, Liam intento forzarla con unas herramientas, que no conocía, que llevaba en su equipaje. Pero fue inútil y al final Bob sacó el arma y disparó al candado que unía las dos rejillas de hierro.

Entramos y cerramos tanto la reja como la puerta del local, taponando la entrada temporalmente con un par de estanterías pesadas a modo de fortificación.

  • -Eso los a alertado, pero no había nada mejor para poder entrar. - Confesó Bob mientras miraba a través de la persiana de tiras que colgaba en la ventana. - No son muchos, pero por el momento lo mejor es esperar, buscar lo que nos vayamos a llevar sin hacer ruido y cuando se marchen o se alejen un poco irnos de aquí. Me aseguraré que no hay otra salida antes de volver a cruzar esa puerta.

Se escuchaban golpes y ruidos extraños como gruñidos al otro lado de las estanterías. Los zombis se echaban una y otra vez sobre la reja de hierro que habíamos roto y se desesperaban por entrar. Me pregunté como sabían que nos encontrábamos ahí si no hacíamos ruido.

  • -¿Cómo saben que estamos aquí? ¿nos han visto entrar?
  • No – Me dijo Lucy mientras intentaba abrir los cajones cerrados con llave. - El olor los atrae, nos huelen, saben que no somos como ellos.
Tenía sentido lo que decía, pero entonces, pasar entre ellos sería fácil. Bastaría con oler igual de mal. ¿No bañarnos era una solución? Definitivamente no, jamás lograría conseguir ese horrible hedor ni aunque pasara una vida entera sin pisar un baño.

Me puse a buscar con los demás. Mi prioridad era lograr encontrar unas llaves que abriera los cajones. Seguro que ahí habría munición suficiente para llevarnos. Todas las armas estaban en vitrinas o mostradoras de cristal cerradas con llave también, pero eso sería fácil de obtener; un golpe y el arma sería nuestra, aunque más ruido atraería más problemas.

Bob apareció y su cara no nos dejó muy claro si era bueno o malo.

  • -Tengo dos noticias, una buena y otra mala. ¿cual queréis primero?
  • -¿cual es la buena? - Pregunté esperanzada.
  • -Hay una puerta trasera que lleva a un patio. Ahí hay un coche que quizás tenga combustible y nos pueda servir para cargarlo con todo lo que podamos.
  • -¿Y la mala es...?
  • El callejón está lleno de errantes.
  • ¿Cuánto es lleno?
  • Una docena, puede que más.
  • Joder... - Liam maldijo en silencio mientras forzaba uno de los cajones, encontrando una cajetilla de balas de escopeta dentro. - Quizás valga la pena la lucha, Bob.
  • Quizás... Pero tampoco sabemos si el coche arrancará o tendrá combustible suficiente. No quiero gastar más de lo que nos vayamos a llevar.
  • Osea que tenemos dos opciones – Dije poniéndome al lado de Bob. - La opción A que es esperar a que estos de la puerta principal se vayan, cargar lo que podamos y arriesgarnos a que venga alguien y coja lo que quede o... la opción B, salir por la puerta de atrás, matar los que podamos mientras cargamos el coche, arrancamos y ver si tenemos suerte de huir...
  • Exacto. Lo cual ninguna opción es perfecta, pero haciéndolo con cuidado ambas sería útiles, ya que nos llevaríamos más de lo que hemos traído, siempre que no gastemos innecesariamente.
  • Podríamos intentar atraerlos poco a poco, así acabaríamos con ellos cuerpo a cuerpo, sin tener que gastar munición.
Todos se miraron ante mi propuesta, la cual era una locura, lo sé, ya que si en algún momento la puerta cedía nos veríamos acorralados por ambos sentidos, tanto por delante como por detrás. Estaríamos atrapados y en peligro.

  • Podría funcionar... - Bob miraba a Lucy, la cual no estaba muy convencida con mi plan. No podía culparla por ello. - pero si no funcionara estaríamos completamente atrapados.
Al final decidimos tentar a la suerte y probar mi absurdo plan. Justo en la puerta trasera empezó a sonar el Walky de Bob, que había encendido hace unos minutos por si desde el refugio se comunicaban como él dijo, cada dos horas.

  • Bob, tenemos un problema.
  • ¿Qué ocurre, Aaron?
  • Samara no está.

  • ¿Qué?, repite eso. - agarré el Walky de las manos de Bob y pregunté.
  • Samara no está, a desaparecido. Y aquí hay alguien que la está buscando.

jueves, 14 de abril de 2016

Capítulo 11 - Hay que luchar

Capitulo 11
Hay que luchar

"4 de Septiembre de 1984

Querido John...
Estos días se nos están haciendo muy duros. Shaun a muerto y no puedo quitarme de la cabeza que su último acto ha sido para salvarnos. Jasper está muy mal, ha entrado en un estado de shock y culpabilidad que no le deja reaccionar a nada. Me preocupa sus vanos intentos por sobrevivir... Casi le cogen varias veces en estos dos días.
Me quedo sin páginas, otra vez, intentaré buscar algún papel o cuadernos para poder seguir dejando alguna miga de pan en el camino que te traiga de vuelta a mi. Por favor, cuida de Emily, que no os ocurra nada a ambos.

Siempre tuya... os quiero

Julia."

Recuerdo cuando en otras ocasiones me he quedado sin nada donde escribir, como cada uno de mis días se hacía mas triste y vacío sin poder dejar para John una nota. Quizás resulte inútil, lo sé, tras tantos meses de búsqueda no he logrado dar con ellos. Pero confío en que mis palabras lleguen de algún modo a mi familia.
Busco en mi mochila su foto, observo mientras mis lágrimas caen como cataratas por mis mejillas la cara de los tres, como fuimos felices allí, en aquel parque donde solíamos ir los sábados para ver disfrutar a Emily.

Jasper está en frente de mi, sentado en el suelo mirando al infinito, perdido por completo en sus pensamientos, tristezas y batallas internas.

Hace dos días que dejamos atrás a Shaun, que como un gran héroe nos salvó y nos dio la oportunidad de huir de alli. Sin él estaríamos muertos los tres, sin duda alguna. Avanzamos carretera adelante durante horas, sin un objetivo claro, sin pararnos un sólo momento a tomar un respiro. Ni Jasper ni yo podíamos decir palabra sobre lo ocurrido.
Esquivando varios muertos vivientes, que casi le hieren en más de una ocasión por su dejadez, llegamos a una gasolinera en la que las luces, en antaño habían brillado con el neón más luminoso, estaban reventadas. La idea de estar saqueada era evidente, aún así necesitabamos descansar, tomar un respiro, asimilar la pérdida de Shaun y pasar un par de horas quizás ahí.

Los contenedores de combustible estaban secos, las mangueras de estos arrancadas de sus lugares, las papeleras tiradas por el suelo, todo lleno de papel, basura y bolsas vacías de comida basura. Los cristales, tanto de ventanas como puertas, tenían grietas que tapaba la suciedad.
Alumbré con la linterna cuando me di cuenta que el atardecer no me dejaba ver nada a través del cristal, observé desde fuera dando un rodeo mientras Jasper seguía con la mirada perdida.

Me pareció ver un par de cuerpos tirados en el suelo pero, desde mi posición, no se veía con claridad si estarían muertos realmente. Empujé la puerta intentando no hacer ruido, pero el chirrido de las visagras me hizo temerme lo peor. Con los dientes apretados, la linterna en una mano y el hacha en otra, entré en la gasolinera mientras el chico me esparaba fuera.
Ahí habían hecho una masacre, era imposible que sólo dos cuerpos generaran el horror que prometían las paredes, estanterias y suelos. La pared, que en una época estuvo pintada de blanco, estaba cubierta de sangre, las baldosas del suelo blancas y negras clásicas, estaban pegajosas, siendo consciente de que lo que estaba pisando una vez estaba dentro del cuerpo de una persona.
Vísceras, miembros, incluso partes que juraría eran de algún cerebro, estaban por suelos y paredes.
Las estanterias estaban tumbadas, testigos directos de varios forcejeos en una lucha intensa.

Fijé la linterna en el cuerpo que yacía en el suelo junto a la ventana, bocabajo, imposible verle la cara. Me agache despacio y abancé de la misma manera hasta el. Sin querer arriesgarme más de lo necesario clavé el arma en su cráneo, haciendo lo mismo con el otro muerto que había cerca del mostrador.
Entré en la pequeña oficina que había junto a la caja fuerte con cautela, alumbrando todo a mi paso y dejándome claro que poco iba a encontrar en este lugar.

Cuando comprobé que la zona estaba despejada llamé a Jasper y le pedí que me ayudara a buscar algo de utilidad. Pese a ser tan pesimista con los recursos que podía haber encontramos algunas cosas. Forcé la caja fuerte, rezando para que hubiera de todo menos dinero, y así fue. Una pistola y una caja con 16 balas de 9mm. Poco quedaba de los grandes estantes de chocolatinas, patatas y frutos secos que solía haber allí, pero por mínimo que fuera arramblamos con todo, incluso con unos paquetes de chicles que estarían más que caducados ¿acaso importaba eso ya?.

En el despacho me apropié de un abrecartas que había en uno de los cajones y lo guardé en mi bota. Además, me hice con una pequeña agenda que aún tenía unas cuantas hojas para escribir. Conseguimos algunas pilas, que no sabíamos si estarían gastadas, y un pequeño marco para poner mi foto y que no se gastara con el mal uso. Era todo cuanto tenía de mi familia... quité la foto del dueño de esto, un señor de unos cuarenta y tantos, con una morena preciosa que sonreía a la cámara y puse mi foto. Lo guardé en mi mochila. Le pedí a Jasper, al ver que seguía ido, que observara alguna revista y se distrajera un rato pero creo que de poco sirvió.

Mientras tanto fui a los servicios, esperando encontrar algo de utilidad. Al abrir la puerta el hedor me echó para atrás, casi haciéndo que me tambalease y que perdiera el equilibrio. Unas arcadas me inundaron desde el estómago hasta la garganta y tuve que contener las ganas. Aún tras tanto tiempo seguía impactándome ciertos olores horribles. El baño de señoras era un basurero y antes de buscar algún botiquín o algo de utilidad, decidí inspeccionar bien cada una de las puertas para evitar sorpresas.

Estaban atascadas, quizás el óxido o alguien que se había encerrado en un intento fallido por sobrevivir, la había dejado cerrada. Tuve que forzarla, por lo cual el golpe resonó y trajo con el la visita de muertos no invitados. Mientras clavaba el hacha en la cabeza de un cadáver que intentaba comerme en el baño que había abierto, por la puerta entraban tres zombis que aceleraban su paso al verme. Con los brazos estirados y ganas de saborearme, se me echó encima uno de ellos. Me defendí lo mejor que pude golpeando con el hacha y usando de escudo el cuerpo, ahora sí estaba sin vida totalmente, que tenía sobre mi. Tiré el cuerpo hacía uno de ellos y conseguí que perdiera el equilibrio y cayera al suelo, dándome ventaja y tiempo suficiente de matar al que estaba de pie agarrándome por el brazo. Después pude eliminar al que quedaba y descansar un minuto.

La respiración agitada, el corazón a mil por hora y con un cansancio y miedo que me era muy habitual últimamente. Rebusqué al fin en el baño y lo único que pude sacar fueron un par de pastillas para la fiebre del bolso de uno de los cadáveres y una compresa para esos días del mes. No había nada. Los botiquines se los habían llevado como me imaginaba.
El cuarto de baño de los hombres más de lo mismo, vacío, pero al menos aquí no había puertas que tirar que alertaran a vecinos molestos.



Cuando volví con Jasper me senté a su lado y le mostré la foto de mi familia. "Quiero encontrarlos, Jasper, ayúdame". Me miró y me ofreció su mochila "llevatela, Julia. Tarde o temprano acabaré como Shaun."

Sus palabras me llegaron al alma y me encogieron el corazón. Agarré su mano y le pedí que me mirara a los ojos.

  • Hazlo por Shaun, no dejes que su sacrificio haya sido en vano. - apartó la vista de mi, aguantando las lágrimas.- Me pidió que te protegiera, y lo estoy cumpliendo, no dejes que su última voluntad quede en el olvido. Lucha por él, por ti... hazlo por mi Jasper.
  • ¿Y si no sirvo para ésto? Él era el valiente de los dos, en mi grupo yo siempre fui el friki, el débil, el fracasado incapaz de hacer nada... ¿cómo esperas que todo eso cambie de la noche a la mañana?
  • Por que yo te enseñaré. Te mostraré el camino como me lo mostraron a mi. Lo haré y lo harás por Shaun. Sé que era un hermano para ti.
  • No puedo creer que le haya pasado esto, Julia... No puedo pensar en que Shaun... - Me abrazó echándose a llorar como el crío que, pese a todo este mundo cruel, seguía siendo. - ¿Cómo ha podido dejarme solo? ¿Cómo?
  • No estás solo. Me tienes a mi y no te dejaré. Además, aún tengo un grupo con el que reencontrarme y una familia que recuperar. - Le cogí por los hombros y le miré a los ojos. - No te averguences por llorar, Jasper, no apartes la cara. Es un lujo que pocos pueden tener... el hecho de conservar su humanidad. Ahora ve y busca algún mapa en esa estanteria que nos pueda servir de ayuda, que ya no se ni donde demonios estamos.

Miré un mapa desteñido y medio roto que me trajo, "Es el único que aún se entiende" me dijo mientras me lo entregaba y veía mi cara de espanto. Lo abrí en el mostrador e intenté situarnos buscando el nombre de la gasolinera. Bien, al menos algo mejoraba, estabamos a un par de horas del puente donde teníamos el punto de encuentro el grupo y yo.

Con un Jasper algo menos hundido y sufriendo la pérdida de un hermano, más que un amigo, nos pusimos en camino al día siguiente cuando los primeros rayos del sol iluminaban tras las persianas metalicas, a punto de caerse. El camino iba a ser duro, como siempre que íbamos a pie sin un vehículo que nos diera un poco más de seguridad.


Por suerte el camino había sido lo bastante tranquilo para poder llegar sin problemas. Los zombis que nos encontramos ocasionalmente iban solos y pasamos de ellos sin alertar a más.
Ya podía ver el puente a lo lejos, con los mismos vehículos de siempre rotos y destartalados. Al fin estaba ahí, en el punto de reunión y con la esperanza de encontrar a mis compañeros. Pero sólo había unas letras en un espejo lleno de suciedad, las iniciales de los que habían estado y que al no haber nadie, se habían vuelto a ir esperando la llegada de alguno más al día siguiente. Todo era cuestión de tiempo, esperar ahí como siempre se había acordado.


Abrí el coche con cuidado y, asegurándome que no había nadie dentro, le pedí a Jasper que entrara. Pasariamos la noche ahí hasta el día siguiente para reunirme con el grupo de una vez por todas.